Soutomaior tiene su “aquel” que dirían los lugareños, en la mañana y el atardecer al sol se le antoja difícil la oportunidad de lucirse, la lluvia y la niebla siempre se las arreglan para adelantarse e impregnarlo todo de un torno gris entre el que se dejan ver las luces encendidas de las casas y las chimeneas humeando sin parar.
Un cuadro bucólico, atrayente para unos y agobiante para otros, si no fuera porque la presencia de una flor por doquier le gana en protagonismo a los días de invierno, intenta tirar de ellos para hacerlos poco a poco más largos y busca horas de día en las que lucirse inconfundiblemente bella. Es la camelia, esa flor que intenta vivir su vida al contrario que el resto de las flores, viene para aliviar la tristeza del invierno y se va cuando la primavera y el verano ya se encargan de alegrarlo todo con sus días y sus flores.
Las camelias que fueron traídas desde oriente por los navegantes españoles o portugueses allá por el siglo XVI, encontraron en los jardines gallegos en general y en los de Pontevedra en particular el mejor lugar en el que lucirse, convirtiéndose en la “Flor de Galicia”. El parque de Castrelos en Vigo, El pazo de Rubians en la ría de Arousa, El pazo de Lourizán entre Pontevedra y Marín o el mismísimo Castillo de Soutomaior, con el jardín botánico más importante de Galicia, tienen el privilegio un invierno tras otro de albergar toda la belleza de esta oriental flor que se hizo gallega en el tiempo, y además “gallega de todos” porque adorna desde palacios y castillos hasta humildes moradas y su presencia siempre resulta un privilegio para los sentidos.
La ruta de la camelia es una excusa sin par para visitar Galicia y el prestigioso certamen de la camelia que Soutomaior hace cada año es el momento perfecto para admirar la belleza que inunda nuestros jardines de invierno.