Entramos en el penúltimo mes del año, el mes de Noviembre que comienza con las festividades en honor a todos los difuntos y todos los santos, Galicia es tierra mágica en la que a veces llega a parecer que los que están conviven con las que ya se fueron, el umbral entre lo que es terrenal y no que no lo es, es casi imperceptible sobre todo si nos adentramos en los lugares mas rurales.
Y como cada época del año la naturaleza da sus sus frutos, y es en noviembre cuando de los castiñeiros emanan maduros erizos plenos de castañas, un fruto que ya desde el tiempo de los romanos nos acompaña, en tiempos de antaño hizo el papel de la patata y era el conocido pan de los pobres, sin embargo hoy es un codiciado fruto convertido en un producto gourmet para los más exigentes paladares.
Pero aquí en nuestra tierra , la castaña llama por las brasas como el fuego por la muerte, mientras que el vino nuevo de su nueva cosecha llama por la nueva vida, celebrándose el banquete funerario del que en su día nos habló el escritor Manuel Murguía, las gentes se juntan festejan las cosechas con el simbolismo de que cada fruto liberado supone también la liberación de una de esas almas que ya no están y se unen a la celebración.
Así somos, de lo más excelente hacemos lo más sencillo, de lo más frío lo más cálido, damos luz a la falta de día con fuego y sin olvidarnos de nadie, damos cabida a cada tradición y a cada momento a los que están y a todos los que quieran venir o volver desde dónde quieran que estén.